Pau March. EPDA Hace aproximadamente 6 meses nos confinaron. Todo un país prácticamente cerrado para contener una pandemia que a pesar de haber estado circulando durante meses de forma silenciosa, apareció tras superar el 8 de marzo. Fue un tiempo de miedo, enfermedad, muerte y caos administrativo y político. Nos dijeron que saldríamos más fuertes y que todo iría bien. Planificaron una desescalada y un sinfín de medidas para proteger a la ciudadanía.
Cualquier persona puede entender que se cometa un error, o una cadena de errores, al enfrentarse por primera vez a una situación extrema. Sin embargo, la COVID-19 nos ha dado todo un verano para prepararnos ante los distintos desafíos que suponía septiembre.
Todo equipo de gobierno local, o de instancias superiores tiene a su disposición herramientas para proteger aquello que más valor debiera tener para ellos: las personas. Medidas de protección sanitaria, medidas destinadas al desarrollo económico, a la creación de empleo, a la protección social… Pero no, quienes tienen la responsabilidad de gobernar, han vuelto a fallar.
En la ciudad de Moncada, tras anunciar a bombo y platillo las partidas presupuestarias para el COVID-19, los autónomos siguen sin recibir ayudas, los comercios y las empresas, una vez recibieron un pack de mascarillas y un par de botellas de gel, vieron como el Ayuntamiento de Moncada volvía a desentenderse de todos ellos y para colmo, la solución siempre es la misma, apostar por la fiesta.
Solo con la partida del presupuesto para fiestas, dotada con casi 300.000€ (aunque siempre gasten mucho más), se podría haber previsto una vuelta al cole más segura, se podría haber invertido en la figura del enfermero escolar, se podrían haber realizado test serológicos a todo el personal educativo de los centros sostenidos con fondos públicos y en definitiva, apoyar decididamente a unos padres y unos trabajadores temerosos de la que se nos viene encima. Tal vez, las vacaciones de los socialistas, eran más importantes.
El futuro más cercano se oscurece con nubes de incertidumbre y miedo a pasar por lo mismo que en primavera. De quienes esperábamos que hubiesen aprendido la lección, ya hemos visto que no lo han hecho y ahora, si cabe, todos a título individual tendremos que pagar por la falta de previsión y las malas decisiones de nuestros gobernantes.
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