Imagen de una playa valenciana completamente vacía durante esta pandemia. EFE/Natxo Francés/Archivo Si hasta el máximo organismo científico del país se preocupa de aclarar que resulta muy difícil contagiarse de Covid-19 por bañarse en el mar, es que las ganas de playa de los españoles parecen ya irrefrenables. Mientras muchos se preguntan cuándo llegará el día, cientos de ayuntamientos trabajan ya en el cómo, en cómo disfrutarán sin aglomerarse.
Canet d'En Berenguer va a dividir su playa en pequeñas parcelas que mantendrán la distancia de seguridad y a las que se podrá acceder tras reservar mediante una aplicación informática y obtener un código QR, que se enseñará para acceder al lugar adjudicado. Habrá turno de mañana o de tarde, y se establecerán unas pasarelas de entrada y salida a la arena.
También Oliva, en Valencia, estudia optar por soluciones informáticas: en su caso, una aplicación que determine cuánta gente hay en cada playa y que el bañista pueda consultar antes de desplazarse.
Cullera, por su parte, sopesa reforzar el servicio de socorrismo, por si es necesario recordar a la gente que mantenga la distancia de seguridad o tomar la temperatura, y estudia la posibilidad de usar drones para vigilar los límites de aforo.
En Castellón, Peñíscola creará equipos de informadores que explicarán a pie de playa las medidas a cumplir.
Con más de 3.500 playas repartidas en 8.000 kilómetros de costa, España posee arenales kilométricos donde cualquiera podrá seguir paladeando un ratito de soledad, sin cruzarse casi con nadie: 17 kilómetros de arena en la playa de Castilla (Huelva), 14 kilómetros en Cofete (Fuerteventura), 12 kilómetros en Nueva Umbría (Huelva)...
Pero la realidad en los municipios más turísticos del país es otra: en muchos arenales del Mediterráneo, el Cantábrico y también de Canarias hay codazos en agosto para clavar la sombrilla, colocar la tumbona y extender las toallas para toda la familia y, aun así, es difícil evitar que el vecino de arena esté a más de medio metro.
Desde este lunes, muchos ayuntamientos del país han abierto de nuevo sus playas para que la gente pasee y haga deporte (lo que incluye nadar o surfear). Pero para poder disfrutar de ellas en modo verano, sin pretensiones deportivas, habrá que esperar hasta la fase 3 de la desescalada, la última antes de la "nueva normalidad".
Ese momento aún no tiene fecha, pero sí algunas directrices generales: hasta que se descubra una vacuna para el coronavirus, las autoridades remarcan que tendremos que cambiar muchos hábitos y ser disciplinados en guardar una distancia de seguridad con aquellas personas que con las que no convivamos en casa. También en la playa: el agua del mar no supone un riesgo, las aglomeraciones, sí.
Aunque la mitad del país seguirá el lunes en fase 0 de desconfinamiento, con la temporada de verano a las puertas, los responsables de las playas, los ayuntamientos, ya piensan en cómo organizar los arenales. Muchos prefieren esperar a recibir instrucciones más precisas de las autoridades sanitarias o, incluso, hasta saber si será necesario o no invertir en nuevos equipos o infraestructuras.
Otros ya tienen claro cómo organizarse: la solución más recurrida será parcelar la arena en cuadrículas, algunos piensan en segmentar las playas para diferentes usos y usuarios, varios van a convertir a sus socorristas en vigilantes de la "distancia social", hay quien va a instalar sensores de inteligencia artificial que marcarán un semáforo de aforo que se pueda consultar desde el móvil e, incluso, se ha pensado en sistemas de reserva previa de parcela y hora.
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