Enric Palanca. Apenas hace un mes estaba tratando la implantación del nuevo sistema de fichador de horas para el personal del ayuntamiento. En la conversación con los funcionarios se planteaba la cuestión de cómo computar los retrasos o los minutos de más que se podrían hacer en cada jornada. En aquella ocasión planteé la posibilidad de trabajar por objetivos sin necesidad de obligarse a tener presencia en el lugar de trabajo, una cosa muy utópica para el momento. Hace un mes.
Cierto que en la empresa privada de ámbito más internacional ya venía haciéndose ese tipo de trabajo, en teoría mucho más flexible. Me sorprendió en una visita a Bruselas que en las reuniones laborales había comida y bebida en la sala. No está mal visto comer sobre la marcha o hacerse un café. Fruta, bollos, zumos... Así no se pierde el tiempo almorzando, decían. Me sorprendía que se pudieran establecer objetivos que se podían hacer desde lo que se llama teletrabajo en casa o en un coworking, esos centros donde pueden trabajar juntos personal de varias empresas apenas relacionadas entre si. Esto da lugar a serendipias...Y lo primero a la conciliación familiar. Las jornadas pueden ser muy flexibles con resultados igualmente buenos. Jornadas continuas o jornadas que ocupen el día entero con toda clase de pausas para atender asuntos personales. El objetivo es lo importante.
Ha pasado un mes y parece que ha pasado una eternidad. Lo que era fantasía para una sociedad como la española ahora resulta imprescindible. Plenos y juntas a distancia, clases online sin necesidad de escuelas, rentas básicas universales y personas que se dan el codo o hacen una reverencia a dos metros de distancia. El coronavirus de Wuhan ha hecho algo mucho más grande que permitir ver jabalíes por la diagonal de Barcelona: ha precipitado todo lo que ya sabíamos y nos negábamos a aceptar porque “no estábamos preparados”.
Saldremos de esta, con nuestras clases de yoga en streaming y nuestros memes por wassap. Espero que salgamos los más que podamos pero es bastante arrogante decir que como ha sido una emergencia volveremos a la normalidad ¿Qué nos va a impedir seguir con el teletrabajo o que algunos padres elijan que sus hijos estudien en casa con profesores online? ¿Qué va a impedir que un funcionario pueda hacer su trabajo con unas mínimas exigencias de agenda y todo el tiempo de las 24 horas al día para organizarse? ¿Tendrá sentido el cigarrito?¿Tendrá sentido perder el tiempo en colas cuando pueden traer la compra a casa o perder una mañana en el médico? ¿Estará justificado invertir millones en carreteras o nuevos edificios públicos? ¿Servirá de algo cambiar la hora? El futuro de ayer es pasado para hoy.
Aún con todo, pienso en que no se pueden recoger naranjas por skype y que es difícil cumplir con una cuarentena si viven cinco en una casa de 60 metros cuadrados de la época del tardofranquismo. Dar dos besos al abuelo o rebuscar en el montón del mercadillo, hacer verbenas hasta la madrugada o arreglar un negocio en una comida, salpicaduras incluidas...La realidad de aquello que somos es pertinaz.
Mañana el tema de los fichadores habrá pasado al fondo del montón de asuntos a despachar Seguiremos, sí, discutiendo sobre si España se rompe y sobre las mismas cosas que venimos discutiendo desde hace ni se sabe; echando pulgas a perro flaco y buscando los tres pies al gato. Lo bien cierto es que nuestro futuro está en el fondo del montón, en lo último de nuestras prioridades: son días de futuro pasado.
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