Embalse de Benagéber. / JSM.
Presa del Embalse de Benagéber. / JSM. Esta mañana que el sol no apretaba mucho, me he ido de excursión con
mi padre que a sus noventa y tres años, tiene una mente muy lúcida
además de ser un experto viajante así cómo conocedor de muchas rincones y
destinos de nuestra geografía. Con el ocupando el asiento del copiloto,
no es necesario el G.P.S. para llegar al destino. Hoy la ruta marcada
era de Casinos al Pantano de Benagéber.
Hasta Tuejar, hemos disfrutado de circular por esa carretera que nos
comunica con Valencia, y que el tráfico apenas resulta molesto un martes
por la mañana. Una vez en Tuejar, nos hemos adentrado por la carretera
une esta población con el pantano que abastece de agua nuestras tierras.
Era un 6 de abril de 1932 cuando se firmó el acta que daba inicio a
la construcción del Embalse de Benagéber, la inauguración no fue hasta
20 años más tarde, pero los vecinos tuvieron que abandonar sus casas que
poco a poco quedaron y están cubiertas, sepultadas por el agua.
Aquellos vecinos hoy viven en San Isidro y San Antonio de Benagéber
dejando atrás ese mundo que les separó del actual, dejando atrás pueblo,
tierras, heredad… Aunque allí cerca aún quedan pueblos y alquerías.
La historia del Embalse de Benagéber, sobre el río Turia,
perfectamente pudo empezar en el año 1931 cuando se aprobó por la
Dirección General de Obras Hidráulicas su construcción, y el 5 de abril
de 1932 el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora inauguraba
las obras con el nombre de Pantano de Blasco Ibáñez. Su construcción
duraría hasta el año 1955 rebautizándose como Embalse del Generalísimo,
pero se inauguró el 28 de mayo de 1952.
El periódico Levante-EMV narraba el inicio de aquella
infraestructura «más grande en volumen y en presupuesto» que se había
hecho jamás en Valencia: «mientras los representantes de la huerta y de
los pueblos beneficiados sonreían satisfechos, los vecinos y el acalde
de Benagéber, lloraban de amargura». Entre los más felices, los
sindicatos de regantes del Turia con el Tribunal de las Aguas a la
cabeza, que en un manifiesto a los valencianos desde la portada del
Levante- EMV atribuían el proyecto a la «eficacia» de su presión sobre
el Gobierno. Una lucha que incluyó una visita del milenario tribunal a
Madrid para convencer al ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto,
de que apostase por Valencia, «siempre olvidada y postergada de
beneficios y apoyo de los Gobiernos».
Según un gran panel del Ministerio de Medio Ambiente, Secretaria
General para el Territorio y la Biodiversidad; Confederación
Hidrográfica del Júcar, que ilustra la obra nos habla de las
características y se lee: “Término municipal de Benageber, rio Turia,
superficie de cuenca: 3.426 Km2, precipitación media 402 mm, Tipología
de presa: Gravedad, Volumen máximo 222 Hm3; Altura sobre cimientos 110
m; Longitud de coronación 227 m; Capacidad aliviaderos: de superficie
836 m 3/s, Morning Glory 700m3/s; Capacidad de la toma: 16 m3/s.”
¡Cuántos recuerdos cargados la historia vivida hace casi cien años!
¡Cuántas personas de edad podrán narrar momentos vividos en torno a la
puesta en marcha de esa obra! Hoy mi padre recordaba que mucha gente de
Casinos, fue el día de la inauguración, el tenía veinticinco años y
entre las personas que asistieron, había un grupo de señoritas que aquel
año eran las Reinas Musicales y sus Cortes de honor, que vestidas con
el traje típico valenciano, llevaban peladillas en pequeñas canastillas
para obsequiar… ¿Quién sabe a quién? Era una forma de rompiendo el
protocolo, acercarse a las autoridades presentes.
A estas señoritas de Casinos, se les aproximó una de las autoridades
vestido con traje de chaqueta y al ver las peladillas, les preguntó por
su procedencia, ellas, nuestras Musicales, contestaron con orgullo que
eran de Casinos, al igual que las peladillas, entonces aquel señor que
nadie conocía se presentó y les dijo que era José Joaquín Sanchiz y
Álvarez de Quindos (1904-1978), que resultó ser el XV marqués de
Pescara, el VI marqués de Casa Saltillo, y el III conde de Chacón, o
sea el Sr. Marqués de Pescara, propietario de nuestra vecina Masía del
Espinar. Este señor, casó con Dª María de las Mercedes Gil de Avalle y
Gascó y le sucedió, en 1980, su hijo Don José María Sanchiz y Gil de
Avalle, XVI marqués de Pescara, VII marqués de Casa Saltillo.
Es una mera coincidencia, es cosa del destino, es un simple detalle,
pero nuestras peladillas estuvieron presentes en aquel momento
histórico. Algunas de las protagonistas aún viven y recuerdan con
ilusión aquel día de fiesta de 1952, que para animarlo acudió la Banda
Primitiva de Llíria.
Pongo las últimas palabras, recordando a un buen hijo de Casinos que
pasó a mejor vida siendo Secretario de la Unión Musical Casinense, estoy
hablando de Manuel Hernández Montañés, que en una de las muchas
conversaciones que mantuve con él, me recordaba, la figura del General
Abriat, que no sé cuál sería su relación, pero me contaba que tenía
mucho interés en que el pantano de Benagéber regara las tierras de
Casinos.
Consultados diferentes documentos, se sabe que D. Miguel Abriat
Cantó nació en Aguadilla, Puerto Rico, el día 10 de octubre de 1879 y
murió en Valencia en el año 1972, fue un militar español, teniente
general del Ejército. Alcanzó puestos de relevancia, como gobernador
militar de Cartagena y Asturias, y Capitán General de la III Región
Militar. El 2 de agosto de 1940 fue nombrado Hijo Adoptivo de Benavites,
Benifairó de les Valls, Quart, Quartell y Faura; el 4 de diciembre de
1948 el Ayuntamiento de Casinos le nombró Hijo Adoptivo de la localidad y
le rotuló la actual calle de Cervantes, desde la esquina de la Calle la
Balsita, hasta la calle Pelayo con su nombre, calle que fue unificado
el nombre de los tres tramos, en el pleno del 3 de julio de 1979 con el
nombre de Cervantes.
Siempre me quedará en la duda el hacer aquella investigación que
Manolo quería averiguar sobre el General Abriat y el pantano, sea del
modo que fuere, sea la historia como fuere, hoy el pantano es una
realidad, nos abastece de agua para regar, visitarlo esta mañana ha sido
una auténtica gozada, porque ha sido un reencuentro con la naturaleza,
disfrutar de los aromas del campo, respirar aire puro entre los pinos,
contemplar la sinfonía de colores que te ofrece el agua, y sobre todo
recordar a esas personas que han dado vida repoblando otros pueblos con
el mismo nombre y que sus recuerdos están inhumados a más de cien
metros de profundidad, solo la historia y el tiempo será capaz de unir
la pasión, voluntad y energía, que dejaron tras ellos por hacer
verdadera la frase de lo que es vivir, protagonizando el bien común.
Es un paseo natural, con buenas vistas, que invita a descubrir el
mundo, a esa alma viajera que va en busca de silencio, de contacto con
la naturaleza, de conocer nuestra geografía… creo que esa zona es tan
grande como limpia y sin contaminación.
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