Ignacio Latorre Zacarés Me pillan ustedes leyendo el libro de Suso Mourelo “La naturaleza del silencio”. El escritor, que reside en Hiroshima, es autor de libros de grandes viajes (Mongolia, China, México...) y un experto en cultura japonesa. Sin embargo, su última obra surge de los nueves meses que ha residido en cuatro pueblos de cien habitantes repartidos por esta piel de toro. El ensayo se une a toda esta literatura sobre lo rural que está surgiendo a raíz de poner el tema de la despoblación cerca de la preocupación ciudadana (creo) y política (espero). “La España Vacía” de Sergio del Molino, “Los últimos” de Paco Cerdá, “Tierra de mujeres” de María Sánchez, “Los asquerosos” de Santiago Lorenzo, “La memoria de tu nombre” de Amadeo Laborda se unen a los autores que siempre han tenido presente el abandono rural como Llamazares con su épica “La lluvia amarilla”, Abel Hernández y sus “Historias de la Alcarama”, la emocionante “La felicidad de la tierra” de Manu Leguineche o mucho de lo escrito por Delibes. La belleza de la ruina que genera pasajes muy bellos, pero que duele y no poco.
Mourelo sale de su burbuja japonesa para darse de bruces con poblaciones donde sus escasos habitantes no reniegan de su lugar de origen o elegido y le hablan de su cuitas, mientras el autor pasa sus días gestionando el silencio de los pueblos y sus lecturas contemplativas como la poesía de Li Bai y del Walden de Thoreau, entre otras. El autor elige aquellas estaciones del año en que los pueblos se quedan con sus residentes permanentes, pues no le valen los temporales de verano: “esos odiseos no cuentan: no están allí cuando las campanas tocan a rebato, cuando la nieve borra la carretera, cuando un autobusito recoge a cuatro niños, cuando en la plaza torna la furgoneta del pescado”.
La COVID-19 ha puesto en un segundo plano todos los esfuerzos que se estaba haciendo desde el mundo rural para visibilizar el problema del gran retroceso demográfico que afecta desde hace décadas a la España interior y que está en un punto cercano al no retorno. Nuestra comarca no ha callado. Han sido muchos los foros en los que se ha hablado del tema y, es más, se han aportado soluciones paridas desde el mismo centro del problema, donde estamos padeciendo esta lacra. Rurable, la asociación de la Serranía Celtibérica, el Centro de Estudios Requenenses con un Congreso específico sobre el tema, reuniones de los alcaldes de la comarca... Se ha debatido, se han impartido conferencias, se han traído expertos foráneos, se han entablado relaciones con otras plataformas rurales y, sobre todo, se han hecho propuestas. El propio “Manifiesto de Jaraguas”, consensuado en noviembre de 2019, recoge múltiples propuestas para solventar un problema complejo que afecta a muchos de los municipios de la comarca y a casi todas sus aldeas: discriminación fiscal positiva, superación de la brecha digital, cambio de planes urbanísticos y territoriales pensados para las urbes, mejora y adecuación de la oferta educativa, complementos salariales de ruralidad, sostenibilidad medioambiental, conservación de servicios públicos y privados (como los bancarios), impulso e incentivos a la actividad económica, creación de centros de día en municipios menores, cambio del modelo de financiación local, etc. etc. Por las redes está y puede leerse.
Hace poco pude participar en una de las reuniones que se celebraron por parte de la Universidad en los municipios de la comarca. Sorpresa ante las muchas personas que acudieron y su concienciación y, además, alegría ante el nivel de las propuestas que salieron de la propia gente del pueblo para superar el problema de la despoblación. La puesta en común fue muy interesante. Sin embargo, previamente, se nos pasó una encuesta donde muchas de las preguntas iban encaminadas a averiguar si estaríamos dispuestos a emigrar a un municipio mayor de la comarca para no desarraigarnos totalmente de nuestro entorno. “Líneas de defensa” le llaman. Para que la gente no emigre del campo a la ciudad los retenemos en centros comarcales. Una solución que ni salió de la gente, ni agradó a todos los que acudimos a estos foros para aportar soluciones, ni nos parece adecuada para esta comarca. Hace poco lo volvimos a escuchar en Requena. Tampoco la política de supresión de municipios parecía ser un problema. Será según para quién y para qué municipios...
¿No entienden que en nuestros municipios aún quedan las suficientes gentes para mantener escuelas, servicios médicos y farmacéuticos, bancos, tiendas, hostelería, actividades diversas (mecánicos, bodegas, construcción)...? ¿No son conscientes de todos los servicios que se prestan y patrimonio que se mantiene desde un municipio pequeño? ¿Es esta la única solución a aportar? Escuchen al mundo rural que de ahí tienen que salir las soluciones. El “”Manifiesto de Jaraguas” fue elevado a las Cortes Valencianas. No estamos para perder tiempo.
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