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Vicente Climent, Jefe informativos la 8 Mediterráneo./ EPDA
L
a industria de las series fabrica a sus hijas
con precisión, con público asegurado. No
hay concesiones al ‘arte y ensayo’. Yo veo
series, pero pocas y sin compulsiones. No
me doy atracones. Sin embargo este fin de semana he dedicado 8 de 24 horas de uno de los días a
ver ‘ETA: El desafío’, un documental seriado que
todos los diputados del PSOE en el Congreso deberían ver obligatoriamente, y a poder ser ninguno de VOX. Yo tengo más que escrito que no creo
en las causalidades, aunque a veces parezca que
las hay. Hace no llega a dos semanas se nos dio a
conocer una encuesta según la cual la gente ya casi no recuerda las carnicerías de ETA ni sabe quiénes fueron Ortega Lara (a quien algunos confunden con Ortega Cano u Ortega Smith por simple
homofonía) y Miguel Ángel Blanco. No les digo ya
José Antonio Pardines, primera víctima de la banda. La encuesta sale cuando los apoyos de Bildu al
Gobierno son moneda corriente, cuando las noticias del acercamiento de presos a las cárceles vascas son continuas, y poco después de que todo un
presidente del Gobierno se condoliera en el Congreso por la muerte de un etarra. Sale la encuesta,
y se estrena una película documental de Iñaki Arteta en los cines, y se anuncia esta serie (basada en
un libro de un coronel de la Guardia Civil que en
la película apenas menciona a Rodríguez Galindo,
desarticulador de más de doscientos comandos
de ETA) en el que hay muchas víctimas irreparables contando lo que vieron y lo que sienten. Como el material audiovisual citado no se improvisa,
imagino que la encuesta pueda haber sido causal.
¿Material promocional? Puede. Pero sus conclusiones he constatado en un círculo de veinteañeros y treintañeros que frecuento que son bastante
aproximadas. Seguramente estamos ante el contraataque por la preservación del relato, que está
manchado de sangre pero que otros llevan blanqueando unos cuantos años.
De hecho también salen bien retratados algunos que aún justifican la violencia llevándola al
nivel de respuesta a una supuesta represión que
sólo existe en sus cabezas enfermas. Pero lo mejor de la serie -si me permiten la expresión- es
que se ve mucha sangre inocente y mucho dolor inexplicable. No se evoca en relatos orales:
se ve con imágenes de cuerpos inertes a los que
se les cae la cabeza a un lado cuando son rescatados debajo de una pared humeante. Y eso no
hay quien lo blanquee.