La Inmaculada. JUAN CORBALÁN DE CELIS Y DURÁN Acabada la Guerra Civil, gran parte de la imaginería existente en muchas iglesias del país habían sido destruidas o mutiladas durante la contienda, perdiendo muchas de ellas todo su patrimonio artístico. En Torres Torres, la noche del 25 al 26 de julio de 1936 los milicianos, tras saquear la iglesia, sacaron a la puerta los retablos barrocos, las numerosas imágenes y demás objetos de culto, así como su valioso archivo parroquial y les prendieron fuego. En muchos lugares los propios vecinos se arriesgaron a salvaguardar parte de ese patrimonio ocultándolo en sus casas, y así en este caso se pudo salvar la imagen patronal del siglo XV de la Virgen de la Leche y la gran cruz procesional, de plata labrada en el XVI.
Como consecuencia de esos desafortunados hechos, apenas finalizada esa locura destructiva, surge una amplia demanda de estos objetos, sobre todos imágenes, que para poder ser atendida debidamente y dado el aparente buen futuro de ello, dio motivo a que se desarrollase esa incipiente producción industrial que había aparecido ya a finales del siglo XIX en los talleres de Olot.
Valencia fue un caso singular, tempranamente el Arzobispado estableció una comisión de arte sacro que iba a controlar desde un primer momento la calidad artística de esa producción y va a rechazar la escultura hecha en escayola o pasta de madera propias de la producción industrial, posibilitando con ello al resurgimiento de pequeños talleres que trabajarán a la antigua usanza, un maestro escultor al frente y algunos aprendices que le ayudaban, que podrán salirse del inevitable circuito de empresas que se crearán al efecto y que van a dar a su producción un enfoque más industrial y comercial, pero eso sí, acatando todos las normas que había establecido esa comisión, que además de prohibir la producción en serie, va a controlar no solo esa calidad artística que comentábamos, sino que va ejercer un control ideológico para “evitar la creación de esculturas alejadas de las formas doctrinales cristianas".
La alianza Estado-Iglesia que se va a producir en la posguerra va a propiciar el lento proceso de recuperación al menos del patrimonio mueble, quedando en gran parte en manos de los fieles la reposición de las imágenes devocionales. En julio de 1943 las clavariesas de Torres Torres encargaban al escultor Federico Sanchis Siurana la confección de una imagen de la Purísima en madera, policromada y estofada de oro, de tamaño de metro y medio, según el boceto que les había presentado. Federico Sanchis, escultor hoy en día olvidado, nacido en Castellar, tenía su “taller de escultura religiosa“ en Ruzafa, en la calle Cuba, 51. De este taller salieron casi un centenar de obras distribuidas la mayoría por las iglesias de las poblaciones cercanas a Valencia. En la zona del Camp de Morvedre hizo, además de la señalada de Torres Torres, tres imágenes para la iglesia de Albalat (Virgen del Carmen, San Francisco de Asís, Sagrado Corazón), y otras tres para la de Gilet (Santa Bárbara, Virgen del Rosario y San Vicente Ferrer). Fallecido en enero de 1961 siendo soltero, los sobrinos que le quedaron en Castellar no han sabido aportar ningún dato de tan relevante figura.
Otra de las figuras que se repusieron fue la de la Virgen del Carmen, la cual en cumplimiento de una promesa, encargaba doña Josefa Badenes en 1948 al escultor Antonio Pastor Sanchis, escultor también prácticamente desconocido y con una amplia producción en esos años sobre todo en la zona de la Ribera.
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