Manuel González.
Hace unos días salió a
relucir el interés del exalcalde Quico Fernández por conseguir que
el ayuntamiento de Sagunto comprara la casa del héroe saguntino José
Romeu Parras. Aseguró el actual portavoz de Compromís, que su
intención era proponerlo en la junta de gobierno local y que
esperaba que esa propuesta fuera bien acogida.
El ayuntamiento de Sagunto ha
actuado de manera dispar según el patrimonio a proteger sea del
núcleo histórico o de El Puerto. Así tenemos claros ejemplos en
dos edificios históricos del núcleo porteño que podían haber
caído en manos públicas, pero que, durante el mandato como alcalde
de Fernández, fueron vendidos sin que el ayuntamiento moviera un
dedo por su adquisición.
La casa Noguera, un edificio
situado en el centro de El Puerto fue adquirido por un promotor que
pretende remozar el espacio y habilitar en su interior un conjunto de
apartamentos turísticos; mientras la casa amarilla de la playa, que
concretamente fue propiedad de Eduardo Aznar, socio de Ramón de la
Sota, fue comprada por un particular que la quiere rehabilitar como
vivienda.
Seguramente, si El Puerto
tuviera su propio ayuntamiento, estas propiedades estarían en manos
de la administración local, porque aquí abajo se buscaría fomentar
y explicar el origen y la historia de nuestro pueblo. Sin embargo, al
incluirnos dentro de un municipio como el de Sagunto, estamos
expuestos a que personas como Quico Fernández prioricen el
patrimonio romano, al mismo tiempo que intentan enterrar la historia
e identidad porteña. Otro claro ejemplo de ello es la torre del Grau
Vell, que se encuentra en dominio marítimo terrestre, pero aun así,
debido al interés mostrado por el ayuntamiento, se ha conseguido la
cesión del espacio y se está remozando con fondos municipales.
La discriminación hacia lo
porteño es flagrante, puesto que hay multitud de ejemplos en el
patrimonio industrial, con una fundación que hace aguas, el horno
alto sin acabar, al igual que el museo industrial y la abandonada
gerencia. Es una vergüenza que durará mientras los porteños lo
permitamos, algo que espero que cambie en el futuro, porque muchos se
darán cuenta de que si queremos podemos cambiar las cosas. Somos
dueños de nuestro destino, que nadie lo olvide.
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